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lunes, 22 de febrero de 2016

El inocente


                   Al enterarme de la muerte de Umberto Eco


           Para Emma , porque pensé que disfrutaría de este texto.

Esta mañana 
pensaba en que la vida,
su transcurrir, 
era semejante a una tortura 
para que me viniese abajo,
me derrumbara,
y cantase la verdad.
Es una duda que me corroe
al pasar de los años 
cuando nos van arrebatando banderas, 
y canciones que fueron himnos 
sobreviven como anuncios publicitarios
Caes en la cuenta 
de que no tan solo 
las biografías de los santos
eran una puta mentira 
sino la tuya, la de tus ídolos, 
y la de tus adversarios.
Esta mañana 
me dijeron en la celda 
que había muerto el profeta Eco. 
Dije, Ah, Humberto,
sin alterar el gesto
para que no se notase 
que la herida me hacía daño.
Empiezo a mostrar 
inquietantes síntomas de cansancio 
y pienso que me puedo derrumbar 
cuando me anuncien más muertes
de seres cercanos, 
de mis mitos particulares 
que estuvieron en las paredes de mi cuarto.
Que aparezca una chica 
que me llevó con su cuerpo al paraíso 
para susurrarme muy despacio 
que eran fingidos sus orgasmos.
No sé, 
la vida me ha hecho putadas 
pero veo la de otros 
-mucho más miserable -
y parece que a pesar de tanta infamia
murieron o viven
sin haber cantado.
Sé que habría
ausencias que me noquearían,
certezas que podrían 
hacerme perder la cordura
y gritar: ya basta,
no sigan destrozando 
el material y las personas 
con las que construí sueños,
¿Qué quieren saber?
Detengamos de una vez 
esta patraña burda
e insaciable.
Ahí, 
justamente ahí, 
en esa pausa del guión, 
aparece el pánico, 
cuando imagino que ninguno pregunta, 
que a nadie interesa si escondo algo.
O lo que es peor 
que yo no sepa nada de interés, 
que nunca tuve algo de valor,
-una palabra, un nombre de rosa- 
que interesase una puta mierda 
al silencio atroz del cosmos.
Y ahí viene la jodida pregunta. 
Si yo no sé nada 
si soy solo un personaje sin texto,
¿por qué tú, insensata vida, 
sigues masacrando, 
rompiendo, 
matando
lo que tanto he querido 
y amo tanto?
¿Qué te mueve a destrozar 
el tejido con el que fabriqué mis sueños?
Podría servirme el consuelo 
de ser un mero figurante del drama,
una trampa, un señuelo, 
y que hubiera alguien que sí sabe algo 
al que estuviéramos protegiendo.
Tendría sentido la tortura 
y merecería la pena 
seguir disimulando.
Tal vez me espere, 
al final del trayecto, 
la belleza
citándome con el dedo,
Una mujer desnuda 
tan solo cubierta 
con las palabras de mis versos.
Puede que el enigma 
nunca existiera 
y que su solución 
fuera, tan sólo, buscarlo
leyendo, 
mirando, 
escribiendo. ,
Tal vez los asesinos no lo sepáis
pero estáis tanto más rodeados. 
cuanto más nos rodeáis.
Las bibliotecas,
el conocimiento, 
los maestros, 
renacen sobre las cenizas de sus sueños.

Vida a vida, la muerte va muriendo.


© Mariano Crespo



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