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sábado, 10 de octubre de 2015

Coño


Tembloroso,
debutante,
en el bautismo de la adicción
que se puede abandonar
pero de la no se sale.
Aquella primera vez
que ves el tesoro,
el coño,
-contemplas y temes
esa palabra tan áspera
para tan delicado hospedaje-
es la caída del telón
de la comedia inocente.
El inicio de la épica. 
Y en las siguientes
primeras comuniones,
tampoco aparece dios 
por el jardín prohibido,
porque todo paraíso es hostil
para sus descubridores.

Van transcurriendo lunas
hasta que reconoces flores,
conchas, ríos, estrellas, 
monigotes. 
Eclipses de ego 
con fuegos de artificio
que suenan lo justo 
para cubrir los jadeos.

El tesoro del cíclope,
el maná del errante,
el salario del tedio.

Es lo que tiene el Edén
y el infierno
que, a primera vista, 
no se reconoce, 
será por el pelo,
será por el fuego,

será porque somos miopes.
Perplejo, 
todavía debutante, 
terminas por ser un feliz ciego.

© Mariano Crespo© fotografía de David Hamilton 

1 comentario:

  1. El ciego no sabe dónde la mete y es fácil que ella ame la miopía que se dirige a tierras desconocidas. Nadie busca el Edén cuando podemos penetrar por la perdición al paraíso.

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