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viernes, 10 de abril de 2015

Patrimonio


Mi padre supo adaptar sus ambiciones 
a la realidad. 
Una costumbre en declive.
Para vivir aventuras ya estaba el cine. 
Escribió a todas las estrellas del celuloide 
y recibió fotos firmadas 
y sobres con sellos del imperio
que guardaba en una caja 
junto a la de los gusanos de seda 
y la de las piezas del curso 
de radiotécnico por correspondencia,
con las que hizo el aparato de radio 
más dotado de transparencia.
No sintonizaba la libertad
pero olvidaron enviarle la tapa
y al milagro se le veían las tripas 
y a los locutores el guión y la garganta..
Os dije que adaptó sus ambiciones 
a la realidad pero no olvidó 
en su precaria tramoya 
su pasión por el celuloide, 
Invitó al cine a dos mujeres. 
Luci dijo que no.
Sí, dijo mi madre.
Ninguna carta de amor
puedo atribuir mi padre 
pero les juro que si veías 
con mi madre una película 
antes de que hubiera un crimen 
ella ya denunciaba al culpable, 
y sabía quien iba a ser besada
y el que iba a morir el primero
cuando se acercaba un desastre.
El siguiente plano que recuerdo 
de mi padre, en esta película 
tan extrañamente montada
es su mano tibia en invierno
llevándome al cinerama 
-él tan poco conquistador-
a ver "La conquista del Oeste"
con una invitación de butaca 
y mi pelo húmedo peinado a raya.
No se sí he sabido explicarme
sobre los remotos orígenes 
de mi culto por el cine 
de mi devoción por la radio
y el amor cómplice por mi padre.
Les ruego encarecidamente, 
como en los locutorios de radio
o en las salas de cine, 
que antes de leer el poema 
procedan a apagar los móviles.


© Mariano Crespo

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