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jueves, 26 de febrero de 2015

Perdón


Es imperdonable
que la muerte pase por mi calle
sin saludar a los supervivientes.
Imperdonable es 
la retaguardia de las casas 
el lugar en donde la gente llora,
vomita, se suicida o miente 
poniendo a su madre por testigo.
Es perdonable 
desear el carmín de la boca del pecado 
el cigarro de después del crimen
y el de antes de que te quemen las entrañas
con un falso te quiero o un disparo amigo.
Perdonable es 
la resaca de las vírgenes 
el desparpajo de los ratones 
para inventar coartadas 
y la piedad a cobro revertido
de las sogas que llevas en el cuello 
desde el segundo posterior a haber nacido.
Imperdonable, amigo, 
verdaderamente imperdonable, 
es no perdonarse a sí mismo,
el prójimo más despreciable, 
por ser el más conocido.

© Mariano Crespo 


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