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jueves, 18 de diciembre de 2014

Eterna adolescencia


De adolescente me descubrieron la miopía. 
y me puse mis primeras gafas. 
Paseaba por la calle con la cabeza agachada 
porque temía que todo el mundo 
ay, qué vergüenza,
se fijase en las novedades de mi cara.

La primera vez que me enamoré 
escondí los ojos a todo el barrio 
-más que a nadie a mi madre en casa -
para que ninguno descubriera,
ay, qué vergüenza, 
mi evidente enfermedad del alma.

Ahora, amor, te ojeo los pechos, 
por encima de las lentes la mirada,
mientras simulo que leo a Vallejo
porque todavía adolescente, 
ay, qué vergüenza, 
me han descubierto vista cansada.


© Mariano Crespo

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