Seguridad
Una señora culta, inteligente,
lúcida, me dijo un
día,
en la intimidad de
la sobremesa,
que su marido nunca
la dejaría
porque era un hombre
que nunca se desprendía
de nada inútil o viejo
fuera una mujer o una silla
un trasto o una reliquia.
A ella casi se le escapó una lágrima,
yo todavía no he digerido
aquella lejana comida.
© Mariano Crespo
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