No hubo tiempo ni para conocer
si éramos más de mar o de montaña
cuando ya veraneamos de exploradores
en el parque natural de los deseos.
Aquel coto que dejó de ser privado
y que nos resultó tan familiar
pese a no aparecer en ningún mapa
y tan fácil de transitar sin estar señalizado
No hubo tiempo ni siquiera
para conocer los terrenos vedados
y las trampas para incautos
escoger una canción
para llorar nuestro fracaso en el futuro
pensar en nombres para niños y mascotas
o el color de la pintura
para algún piso en construcción
en la barriada sin proyectos
de las efímeras parejas.
No nos engañemos,
sí hubo tiempo.
Sucede que no teníamos en estima los relojes
y solo conjugábamos el presente
y la primera persona del plural
de ese verbo sin seguridad
y tan seductor como demente.
Cuando los veranos eran rojos
y no había padres en la casa de los padres.
© Mariano Crespo
si éramos más de mar o de montaña
cuando ya veraneamos de exploradores
en el parque natural de los deseos.
Aquel coto que dejó de ser privado
y que nos resultó tan familiar
pese a no aparecer en ningún mapa
y tan fácil de transitar sin estar señalizado
No hubo tiempo ni siquiera
para conocer los terrenos vedados
y las trampas para incautos
escoger una canción
para llorar nuestro fracaso en el futuro
pensar en nombres para niños y mascotas
o el color de la pintura
para algún piso en construcción
en la barriada sin proyectos
de las efímeras parejas.
No nos engañemos,
sí hubo tiempo.
Sucede que no teníamos en estima los relojes
y solo conjugábamos el presente
y la primera persona del plural
de ese verbo sin seguridad
y tan seductor como demente.
Cuando los veranos eran rojos
y no había padres en la casa de los padres.
© Mariano Crespo
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