Mira, amor,
yo fui devoto
del cine francés y sueco.
Juré guardar la verdad
-con la mano sobre Cahiers de Cinéma-
en blanco y negro.
Me hice socio de un cine club,
con 31 barbudos y un oscuro objeto de deseo,
en donde 33 era un lleno.
Llegué a la cama de mujeres
con polvo-forum y revisión del ego
tras un último tango fumado en los divanes.
Pero debo admitir que la sinceridad,
como el veneno,
no es segura ni habitable,
puede ser mortal según la dosis,
cuando hiela la mirada,
cuando incendia el aire.
© Mariano Crespo
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