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sábado, 9 de febrero de 2013

Contrapesos para la imperante tristeza del imperio del tedio




No es cierto que entre los derechos humanos
se encuentre la trascendencia.


Tampoco es vedad que cada niño venga
al mundo con un pan bajo el brazo.


La bondad es de memoria efímera
frente al elefante recuerdo del agravio.


La frágil belleza propende a los añicos
como el candor cuando la pasión colorea los labios.


Causa pena el que nuestro empeño
en conquistar lo sublime sea tarea vana.


Los días en que me someto al desaliento
no son admitidos en una semana noble.


Días en que espero que me redima la noche
y cuando cae la tarde retorna la mañana.


Existe la posibilidad de que no fuéramos inscritos
en tiempo y forma en el libro de los sueños.


Que nuestros pesares sean merecidos
porque pertenecemos a la estirpe de los malditos.


Y como la noria regresemos enfebrecidos
siempre, por siempre, al mismo sitio.


Hemos aprendido la diferencia entre ganar y no perder.
Poco más hemos aprendido


Pienso en la torre de un campanario sin campana.
Pienso en quién nos robó el nido.

Puede que la vida sea en esencia un sinsentido.


En días como hoy mi balanza necesita contrapeso.
Algo así como tu mirada o el mapa de la palma de tu mano
ofreciendo al vientre un viaje al Sur inesperado.


Algo así como la Capilla Sixtina miguelangelándome el techo


Algo poco sobrio y, por ello, necesario,
como que Bill Evans lleve al delirio al enjuto mueble del piano.


Y que salga el sol por la quimera.


O algo así.


Como si la risa riera.


O me respondieras sí
a la pregunta que jamás te hiciera,


© Mariano Crespo Martínez






                         

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