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sábado, 26 de mayo de 2012

Los viejos cafés





Cuando la noche se fumaba,
la seducción daba lumbre.
Con un ¿me das fuego?
han comenzado hecatombes.

A la hora de barrer los cafés
recogían junto a las colillas
los besos intentados,
mucha ceniza
y, en una servilleta arrugada,
mis sonetos sin destino
ébriamente rimados.

Si no conservas el olor a fósforo en los dedos
ni citas de memoria los malditos versos de los náufragos
es que te guareciste de neones, de estrellas,
y no supuras por las cicatrices de los estrellados.


© Mariano Crespo Mártínez
© Fotografía: Willy-Ronis


                  

1 comentario:

  1. Yo guardo las servilletas,de esas con textura "resbalosa" en las que el bic se marcaba fatal. Y, a veces, no entiendo apenas mi letra.
    Y, a veces, me reconozco en los versos.
    Y, siempre, supuran hasta las heridas que parecían cerradas.

    Gracias, como siempre, por las patadas en la boca de las emociones.

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