Si el espectador
es proclive a perderse
en una mirada
o propenso al secuestro
por unos ojos claros.
Si el observador
leyó a Nabokov
con una sola mano
y no quiere que le vendan humo
cuando ve unos labios.
Si tiene cicatrices en el alma
que riman con la de esta cara,
el ensimismado mirador
no guardará en la memoria el cigarrillo.
Yo, por el contrario
no puedo olvidarlo.
Es el primer cigarro que veo ardiendo por los dos lados.
© Mariano Crespo Martínez
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